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El Hijo del hombre también es dueño del sábado: Evangelio




Marcos: 2, 23-3, 6

Un sábado, Jesús iba caminando entre los sembrados y sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar. Entonces los fariseos le preguntaron: “¿Por qué hacen tus discípulos algo que no está permitido hacer en sábado?”.

Él les respondió: “¿No han leído acaso lo que hizo David una vez que tuvo necesidad y padecían hambre él y sus compañeros? Entró en la casa de Dios en tiempos del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes sagrados, que solo podían comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros”.

Luego, añadió Jesús: “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado. Y el Hijo del hombre también es dueño del sábado”.

Entró Jesús en la sinagoga, donde había un hombre que tenía tullida una mano. Los fariseos estaban espiando a Jesús para ver si curaba en sábado y poder acusarlo. Jesús le dijo al tullido: “Levántate y ponte allí en medio”. Después les preguntó: “¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado, el bien o el mal? ¿Se le puede salvar la vida a un hombre en sábado o hay que dejarlo morir?”. Ellos se quedaron callados. Entonces, mirándolos con ira y con tristeza porque no querían entender, le dijo al hombre: “Extiende tu mano”. La extendió, y su mano quedó sana.

Entonces, se salieron los fariseos y comenzaron a hacer planes con los del partido de Herodes para matar a Jesús.

 

Reflexión

El Señor del sábado

Padre Julio Alonso Ampuero 

“El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”. En el relato de la creación, vemos que Dios crea todo y lo pone al servicio del hombre (Gén 1,26-30). En efecto, “el hombre es la única criatura que Dios ha amado por sí misma” (Gaudium et Spes, 24). Por eso, no puede ser instrumentalizado para ningún fin. Las normas, los planes, las tareas… todo, absolutamente todo, debe estar al servicio del hombre y no al revés. Utilizar a las personas es degradarlas, es rebajarlas de la dignidad en que Dios los ha constituido.

“El Hijo del hombre es Señor también del sábado”. Cristo es el centro de todo. Todo tiene sentido y valor en función de Él. “Todo fue creado por Él y para Él y todo se mantiene en Él” (Col 1,16-17). Cada cosa, cada práctica, cada tarea… vale en tanto, en cuanto, nos lleva a Cristo y, si nos aparta de Él, ha de ser eliminada. Esto vale para todo, incluidas las prácticas religiosas, que solo tienen valor en función de Cristo. Él es el único Absoluto.

“Dolido de su obstinación”. A Jesús, le importa el bien del hombre. Por eso, le duele la cerrazón de los fariseos. Por eso, proclama la verdad y actúa en consecuencia, aunque ello conduzca a que decidan matarlo. Jesús explica sus razones, pero no se empeña en convencer. Al que está cerrado a la verdad, de nada le sirven los argumentos más claros y contundentes…

MT



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Escrito por Visión Ácida

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