Roberto Mendoza
Quitarle a alguien lo que es suyo es un pecado, robar lo que es de todos, un crimen. El Huachicol no es solo una ratería, sino un acto de destrucción, permitirlo es una corrupción que hasta hace poco era impensable para los mexicanos, robarle a Pemex es robarnos a nosotros mismos porque el petróleo y sus derivados han sido durante muchos años lo que nos ha mantenido a flote, el petróleo pagó y paga, muchas de las acciones que ayudan al país a seguir adelante.
No pierde Pemex 18 millones de pesos por día por estos actos, los perdemos todos, significan hospitales, carreteras, escuelas, medicinas, policías, luz en nuestras calles y un largo etcétera. Si dejamos que el huachicol se integre a la normalidad, pronto veremos que otros recursos de todos se sumarán a este esquema, como el agua.
El huachicol es un fracaso de este gobierno que termina, no sólo se comete en lugares despoblados, sino en medio de ciudades, es un saqueo que ya no tiene control, las personas que lo hacen ya no tienen miedo, saben que es una actividad donde se pone en riesgo su vida, pero es mejor que no comer, el gobierno que regala dinero para tener clientelas políticas se le escapan, como arena entre las manos, miles de personas que no puede atender, y que ven en estas actos una posibilidad para sobrevivir.
El presidente que asegura defender más que ningún otro al petróleo ¿Dónde están las pipas que compró para evitar esta maldad? ¿Dónde las medidas, los planes y las acciones para que no sucedan estás fechorías? Deja un Pemex al borde la quiebra, un abasto incompleto, el precio de la gasolina más cara de la historia contemporánea, construyó una refinería que aún no sabemos si va a funcionar y propició el robo de combustible más grande y continuo de la historia, este es uno de sus legados, un problema como muchos otros que tendrá que resolver la próxima presidenta.